Los refugios de montaña de Bariloche son destinos imprescindibles para quienes persiguen nuevas experiencias en entornos completamente naturales, necesitan tomar distancia de lo cotidiano y alcanzar nuevas perspectivas, o buscan desafiar sus límites físicos y mentales tras meses de sedentarismo, lejos del cemento de las grandes ciudades y a cientos de metros de altura.
Siete de los refugios más imponentes de la Patagonia se erigen en Bariloche, arriba de los 1.400 metros sobre el nivel del mar, donde comienza la vegetación de alta montaña, en puntos en los que el viento choca consigo mismo y los pensamientos parecen escucharse en voz alta.
Las travesías estallan en la temporada de verano, cuando el trekking (excursionismo) se convierte en una de las actividades más convocantes de la ciudad.
“Todos los refugios están ubicados en lugares que fueron elegidos por la gente, porque eran muy transitados y eso obligó a poner supervisión. Son lugares hermosos y la travesía está pensada para subir, dormir una noche en el refugio y descender al día siguiente o continuar hacia otro refugio”, cuenta a Télam Juan Pablo Ordóñez, presidente del Club Andino de Bariloche (CAB) y dueño de una destacada carrera en Invap.
Los refugios Emilio Frey (laguna Toncek), San Martín (laguna Jakob) y Manfredo Segre (laguna Negra), administrados por el CAB, más el refugio López, gestionado de manera privada, configuran una de las principales aventuras de Bariloche que incluye el recorrido por los cuatro albergues sin bajar a la ciudad.
El club, además, gestiona los refugios Otto Meiling, Laguna Ilón y Agostino Rocca -conocido como Paso de las Nubes- a los que se llega tras extensas picadas desde Pampa Linda. Las siete construcciones pueden hilvanarse por arriba.
“La caminata de los cuatro refugios implica pasar por cada uno de ellos en forma secuencial. Cada persona lo hace a su ritmo, sin apuros. La idea es cruzar de un refugio a otro sin bajar, manteniéndose siempre en altura, y lo habitual es comenzar por el Frey, seguir por Jakob, Segre, López, descender hasta la base del cerro y, luego, por camino de auto hasta Colonia Suiza”, explica Ordóñez.
El andinista e ingeniero nuclear, de 67 años, recomienda, sin embargo, que esta travesía sea realizada por gente experimentada, que sepa moverse con soltura en la montaña, dado que incluye un tramo técnico entre los refugios Jakob y Segre.
Si se trata de una persona que recién se inicia en la montaña, sugiere subir a un refugio, dormir allí y bajar al día siguiente.
Además de la extraordinaria belleza que se hace presente en los paisajes de bosque alto de coihues, arbusto y roca, y sus transiciones que motorizan los sentidos desde colores, aromas, sonidos y texturas propios de la naturaleza, cada refugio ofrece una experiencia insuperable en algún aspecto.
Ordóñez hace más de cinco décadas que elige descubrir una y otra vez los detalles que armonizan cada una de las picadas y revela que “es la satisfacción de haber puesto un objetivo, de hacer cumbre o haber llegado a un refugio y la sensación de logro parte de lo que alienta a volver a la montaña”.
Refugio Manfredo Sagre – Laguna Negra
El punto de partida al Segre está muy cerca del puente del arroyo Goye, pasando Colonia Suiza, un pintoresco pueblo a 24 kilómetros de Bariloche, primer asentamiento europeo de la ciudad, que no supera los 800 habitantes y que es visitado por sus populares curantos, la cervecería, sus playas públicas y la feria artesanal.
Una puerta de entrada con carteles indicadores dan la bienvenida al sendero de unos 10,5 kilómetros y 800 metros de desnivel. Tras un primer ascenso, el camino se fusiona a otro de autos que está invadido por pinos, se cruzan cañadones de arroyo y se llega a una zona amplia dentro del bosque, llamada Rancho Manolo. Desde allí, el desnivel empieza a incrementarse lentamente.
Para principiantes, los últimos kilómetros de caminata pueden ser una lucha cuerpo a cuerpo entre lo que se cree y lo que se puede. Ya no hay árboles que bloqueen los rayos de sol ni arroyo para refrescarse y el camino presenta una mayor inclinación hasta el segmento de piedras sueltas en forma de caracol, el gran desafío que se interpone entre visitantes y uno de los refugios más asombrosos de Bariloche.
“Gran parte del sendero va al costado del arroyo y la combinación de agua con el bosque es hermosa. En la última parte, cuando se asciende por los caracoles y aparece enfrente cerro Negro y al lado del cerro esos paredones, entendés por qué se llama Laguna Negra. Es maravilloso”, resalta Ordóñez, quien encuentra en la montaña una conexión con el mundo natural y un complemento necesario al estrés de la vida moderna.
Refugio San Martín – Laguna Jakob
El sendero al refugio San Martín, una moderna construcción de piedra y madera, con enormes ventanales distribuidos en dos pisos que vigilan celosamente la laguna Jakob, comienza en el tambo Báez, ubicado en la RP70, a un kilómetro del puente vial sobre el arroyo Casa de Piedra del camino viejo a Colonia Suiza.
“Es el refugio más alejado, tiene 18 kilómetros y un desnivel de 800 metros. Es nuevo, porque se tuvo que reconstruir tras el incendio de 2017, así que tiene un gran confort y vistas a Punta Refugio, a los cerros Cuernos del Diablo, Cella, Constructores y Brecha Negra”, repasa brevemente el representante del CAB sobre algunas bondades que allí descansan.
Refugio Frey – Laguna Toncek
Para llegar al refugio Frey, una acogedora construcción de piedra y techo de tejas que espían las aguas verdes y frías de la laguna Toncek, se deben recorrer 700 metros de desnivel en unos 10 kilómetros que inician en la playa de estacionamiento de la base del cerro Catedral, en Villa Catedral, o en el camping del guardaparque del Lago Gutiérrez, en Villa Los Coihués, aunque esta picada es un poco más extensa y pronunciada.
“La característica especial que tiene este refugio son las agujas del Frey, es un clásico para los escaladores de roca. Tiene cientos de rutas de escalada, así que siempre hay un grupo de escaladores en el refugio. Pero aún, para los que no van a escalar, las agujas del Frey tienen un atractivo especial por lo hermoso de la vista desde el refugio y su reflejo en la laguna”, relata Ordóñez.
Refugio López
El refugio López es el más accesible de todos, comienza en el kilómetro 22,5 del Circuito Chico y se alcanza tras un trekking de unos 11 kilómetros que, si bien no presenta mayor dificultad, exige una marcha en subida constante.
“Se puede subir y bajar en el día cómodamente. Tiene una vista extraordinaria del lago Nahuel Huapi, porque es el único de los refugios que mira directamente al lago. Como punto panorámico está entre 800 y 1.000 metros arriba, así que tiene una vista única e impactante”, admite.
Los tres refugios que miran a los glaciares de Pampa Linda
A unos 80 kilómetros de la ciudad de Bariloche, en Pampa Linda, una zona ubicada en la base del cerro Tronador y dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi, se enclava el punto de partida de travesías que conducen a tres magníficos refugios de Bariloche, el Otto Meiling, el Agostino Rocca y el Laguna Ilón, además de ser la ubicación para el inicio de una gran cantidad de caminatas breves.
Este circuito de refugios, que cautiva año tras año a miles de personas experimentadas y a otras muchas motivadas por la curiosidad y metas de superación, se distinguen por presentar en uno de sus tramos una vegetación distinta a los tradicionales bosques de coihues y por tener uno de los hospedajes de montaña de mayor altura.
Refugio Otto Meiling
El sendero más extenso es el que lleva al refugio Otto Meiling, una construcción de hormigón armado y madera, con un techo a dos aguas y un no sé qué que recuerda al hogar propio, que se asoma tras unos 14 kilómetros de caminata y poco más de 1.000 metros de desnivel.
“La particularidad del Meiling es la extraordinaria vista a los picos del Tronador. Es el refugio más alto de todos, con unos 2.000 metros sobre el nivel del mar, y está entre los glaciares Alerce y Castaño Overa, al borde de las nieves permanentes”, describe a Télam Juan Pablo Ordóñez, presidente del Club Andino de Bariloche (CAB), que gestiona los tres refugios.
Los primeros dos tercios de la picada transcurren dentro del bosque, señalizados con carteles y marcas amarillas, y el último tramo se abre por terreno pedregoso con marcas en las piedras y continúa en una cresta entre los dos glaciares.
En el refugio es posible reservar excursiones para conocer los inmensos bloques de hielo desde otras perspectivas, ya sea escalando el Castaño Overa o cruzándolo para alcanzar el mirador del imponente Ventisquero Negro, caminando por el lomo entre los glaciares Alerce y Frías, o ascendiendo unos 200 metros de altura hasta Punta Cóndor, uno de los más impactantes puntos panorámicos del cerro Tronador y sus glaciares, entre otros atractivos.
Refugio Laguna Ilón
El otro refugio es el de Laguna Ilón, un camping moderno basado en domos al que se accede tras ocho kilómetros de caminata, con un tramo de ascenso pronunciado, y es la puerta de entrada a la Mirada del Doctor, que regala un punto panorámico impresionante del lago.
Refugio Agostino Rocca
El refugio Rocca es el refugio más nuevo y se arriba tras un trekking de 14 kilómetros sin mayores dificultades y con increíbles vistas del cerro Constitución, los picos argentino y chileno del Tronador y el glaciar Frías, por dar solo algunos ejemplos.
Entre las caminatas que se pueden realizar desde este punto, se destaca el Paseo de las Cascadas, un sendero corto, de unos 15 minutos, que dirige a un plano muy grande que se encuentra debajo de la abrupta pendiente del filo del Tronador, que separa del glaciar Alerce.
Los tres refugios pueden conectarse sin descender, en un circuito que debe ser guiado por un profesional, dado que tiene un tramo que atraviesa un glaciar y requiere de equipo específico.
Estas picadas entre refugios “se despliegan al límite de la vegetación, entre los 1.400 y 1.600 metros, más o menos, entre rocas”, expresa Ordóñez, aunque destaca que “siempre hay alguna florcita o alguna planta que no se sabe cómo sobrevive agarrándose de la piedra, pero que resiste pese a las inclemencias climáticas”.
Del Rocca a Puerto Blest
Existe otra travesía que conecta el refugio Rocca con Puerto Blest. Se trata de un recorrido único dado que, a diferencia de las vegetaciones que habitualmente conquistan la mayoría de los senderos y en los que predominan los coihues, este recorrido se sumerge en la exuberante selva valdiviana y, si bien, es una travesía extensa, no presenta grandes dificultades.